martes, 29 de septiembre de 2009

Una noche cordobesa






Fotos: Álvaro Bonet Loscertales
Noches cálidas, blancas paredes encaladas, suelos adoquinados, devoción cristiana, fauna adaptada a un curioso entorno y gran amabilidad de sus gentes. Si la palabra Córdoba significa algo, no creo que sea muy diferente de esto. Por las noches esta ciudad sureña, se convierte de subito en un lugar encantado donde la luz trasforma las casas blanqueadas por el sol, en el hogar de miles de dragones. ¿dragones? sí, sí, dragones, y es que las salamanquesas son de la familia. Este pequeño reptil que gusta de vivir en todas las viviendas del casco antiguo de la ciudad cordobesa, pone un detalle peculiar a la ciudad, pequeños broches que no solo llenan de vida las calles cuando quedan desiertas; sino que les dan un toque colorista y curioso. Junto a las farolas, se comen a los imprudentes mosquitos que se acercan demasiado a tan imnotica luz artificial, ahorrando más de un picotazo a los cordobeses.

Las salamanqueñas son autenticas escaladoras, verticalistas, ellas con solo apoyar sus pies en la pared estan completamente aseguradas. El secreto esta en las acanaladuras que llevan en sus palmas que no son sino unas huellas dactilares más profundas que las nuestras que les hacen caminar sin tropezarse.
Junto a ellas, en medio de la callada noche cordobesa, "El Cristo de los Faroles" vela subido en la cruz, por los cordobeses, bajo una tenue luz.

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